Como en muchos otros casos, se trata de
una combinación de ambos. No se puede pretender, como hace el
Colegio de Profesores, que las asignaturas de pedagogía transformen
a cualquier licenciado en profesor. Aun cuando éstas entregan
herramientas para la docencia y el manejo de los alumnos, no basta
con el conocimiento teórico de una técnica. La experiencia en la
sala de clases acaba también por ser una de las mejores asignaturas.
La pedagogía tiene tanto de ciencia como de arte, lo que exige del
profesor otras cualidades, aunque menos cuantificables o mensurables,
como la vocación, la entrega y la empatía. Después de todo, la
profesión del pedagogo no acaba en uno mismo, sino que tiene por
objetivo último a otros. Un buen profesor siempre quiere lo mejor
para sus alumnos. Y si en este caso, eso pasa por admitir a otros
profesionales, "fuera del gremio", especialmente en las
áreas donde los profesores escasean -como física o química-,
ninguna medida puede estar de más, cuando lo que finalmente se busca
es mejorar la educación.
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